lunes, 26 de enero de 2015

SAGRADO CORAZÓN , ESPAÑA , SU REY Y LA AMENAZA MASÓNICA


Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús
(I)
Consagración leída por el rey Alfonso XIII, el 30 de mayo de 1919, en el Cerro de los Ángeles
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El rey Alfonso XIII leyendo la Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, el 30 de mayo de 1919, en el Cerro de los Angeles.
El 30 de Mayo de 1919 el rey Alfonso XIII leyó la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús. Esta consagración se realizó en el Cerro de los Angeles, cerca de Madrid, ante un gran monumento e imagen de piedra del Sagrado Corazón de Jesús situada en lo alto del cerro. El rey leyó la consagración de pie ante el Altar del Monumento con el Santísimo Sacramento expuesto. Al acto asistieron la Familia real, el Gobierno en pleno, otras autoridades civiles, autoridades religiosas y militares, y muchísima gente. Este es el texto de la consagración, leído por el rey:
Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús
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"Corazón de Jesús Sacramentado, Corazón del Dios Hombre, Redentor del Mundo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan:
España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante este trono de tus bondades que para Tí se alza en el centro de la península. Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran, han constituido en la sucesión de los siglos y a través de comunes azares y mutuas lealtades esta gran patria española, fuerte y constante en el amor a la Religión y en su adhesión a la Monarquía.
Sintiendo la tradición católica de la realeza española y continuando gozosos la historia de su fe y de su devoción a Vuestra Divina Persona, confesamos que Vos vinisteis a la tierra a establecer el reino de Dios en la paz de las almas, redimidas por Vuestra Sangre y en la dicha de los pueblos que se rijan por vuestra santa Ley; reconocemos que tenéis por blasón de Vuestra Divinidad conceder participación de Vuestro Poder a los Príncipes de la tierra y que de Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes justas, en cuyo cumplimiento estriba el imperio del orden y de la paz.
Vos sois el camino seguro que conduce a la posesión de la vida eterna: luz inextinguible que alumbra los entendimientos para que conozcan la verdad y principio propulsor de toda vida y de todo legítimo progreso social, afianzándose en Vos y en el poderío y suavidad de vuestra gracia, todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma.
Venga, pues, a nosotros tu Santísimo Reino, que es Reino de justicia y de amor. Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de la Ciencia y de las Letras, y en nuestras leyes e instituciones patrias.
Gracias, Señor, por habernos librado misericordiosamente de la común desgracia de la guerra, que tantos pueblos ha desangrado; continuad con nosotros la obra de vuestra amorosa providencia.
Desde estas alturas que para Vos hemos escogido, como símbolo del deseo que nos anima de que presidáis todas nuestras empresas, bendecid a los pobres, a los obreros, a los proletarios todos para que en la pacifica armonía de todas las clases sociales, encuentren justicia y caridad que haga más suave su vida, mas llevadero su trabajo.
Bendecid al Ejército y a la Marina, brazos armados de la Patria, para que en la lealtad de su disciplina y en el valor de sus armas sean siempre salvaguardia de la Nación y defensa del Derecho. Bendecidnos a todos los que aquí reunidos en la cordialidad de unos mismos santos amores de la Religión y de la Patria, queremos consagraros nuestra vida, pidiéndoos como premio de ella el morir en la seguridad de Vuestro Amor y en el regalado seno de Vuestro Corazón Adorable. Así sea."
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El Señor Nuncio de Su Santidad revestido de Pontificial, bendiciendo el monumento dedicado al Sagrado Corazón de Jesús.
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Fotografía del Monumento al Sagrado Corazón de Jesús y el Cerro de los Ángeles, durante la Santa Misa celebrada en el Altar del Monumento por el Obispo de Madrid-Alcalá.

Debajo de la imagen del Corazón de Jesús, unas letras de gran tamaño grabadas en la piedra dicen: "REINO EN ESPAÑA". También hay un bajorrelieve con la imagen de la Inmaculada Concepción

La citada inscripción "Reino en España", hace referencia a las palabras del Sagrado Corazón de Jesús a Bernardo de Hoyos en 1733: "Reinaré en España y con más veneración que en otras muchas partes". ( www.bernardo-francisco-de-hoyos.info/vida_libro3c1.htm )
Entre las figuras en piedra que hay a los pies del Monumento, a la izquierda en la fotografía están Santa Margarita María de Alacoque, San Agustín, San Francisco de Asís, Santa Teresa de Jesús, Santa Gertrudis, Venerable P. Bernardo de Hoyos y San Juan Evangelista.
El Obispo de Madrid-Alcalá celebrando la Santa Misa en el Altar del Monumento.
En la piedra del Monumento está escrito "ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESUS"
Miembros del Gobierno durante la celebración de la Santa Misa.
Asistieron el Presidente del Consejo D. Antonio Maura y todos los Ministros, menos uno que estaba enfermo.
Terminada la Misa, se dio la bendición papal que concedía el Santo Padre.
El rey Alfonso XIII subiendo hasta cerca del Altar del Monumento.

El rey Alfonso XIII, poco antes de leer el documento de consagración.
El rey Alfonso XIII, arrodillado ante el Altar del Monumento, momentos antes de leer la Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús.
El rey Alfonso XIII leyendo la Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, ante el Altar con el Santísimo Sacramento.
La Familia real, autoridades y fieles escuchando de rodillas la Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús.
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Terminada la Consagración de España al Sagrado Corazón, procesión con el Santísimo Sacramento hasta la ermita de Nuestra Señora de los Ángeles.
El Rey, la Reina y autoridades, acompañando al Santísimo Sacramento en la procesión.
La procesión con el Santísimo Sacramento, llegando cerca de la ermita de Nuestra Señora de los Ángeles. Los Reyes van unos metros detrás del Santísimo Sacramento.
El Rey y la Reina arrodillados ante el Santísimo Sacramento.
El Cardenal, dando la bendición con el Santísimo Sacramento.
El Rey y la Reina, después de la consagración y la procesión.
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Los Reyes, despedidos por la gente al terminar los actos.


La masonería amenazó a Alfonso XIII tras consagrar a España al Sagrado Corazón


Poco después de la consagración de España al Corazón de Jesús, Alfonso XIII confió al P. Crowley-Boevery las «proposiciones» que recibió de una delegación de la francmasonería internacional para garantizar que conservara la corona. El propio monarca debía iniciarse en la masonería e introducir varias leyes anti-católicas en nuestro país. 

La expulsión del rey Alfonso XIII de España se debió, en gran parte, a la influencia masónica. Es más, su hijo Juan vivió muy impresionado porque pensaba que precisamente ése había sido el motivo de que su padre fuera destronado el mismo día de la proclamación de la II República. Tras un intento formal de hacerle miembro de la masonería, además de proponerle la introducción de varias leyes anti-católicas en nuestro país, la respuesta personal del monarca fue consagrar España al Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles el 30 de mayo de 1919. 

En la consagración se reconocía a Jesús como «Redentor del mundo», «Rey de Reyes», fuente de todo poder y fundamento de todas las leyes justas, y expresaba pública y solemnemente el deseo de que reinase «en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de las ciencias y de las letras, y en nuestras leyes e instituciones patrias». Al acto asistieron la Familia real, el Gobierno en pleno, y numerosas autoridades religiosas, civiles y militares. 

Amenazas al monarca 

El propio Alfonso XIII reconoció en una histórica conversación con el padre Mateo Crowley-Boevery, conocido como el Apóstol de la Entronización del Sagrado Corazón, que la masonería le había amenazado con la abdicación y su destierro si no accedía a sus deshonestas proposiciones. Un desafío al monarca en toda regla. Pero cuando el Rey de España hizo tal revelación no era consciente aún de su futuro destronamiento. En aquel momento, se limitó a describir los hechos al conocido eclesiástico, promotor del gigantesco monumento del Cerro de los Ángeles, el cual posteriormente divulgaría la confidencia regia. 

La conversación con el religioso y sacerdote tuvo lugar a raíz de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús. El padre Crowley-Boevery relató así el testimonio del monarca: 

«Padre, he tenido un gran gusto en cumplir en el Cerro de los Ángeles un deber de católico, pues el enemigo de nuestra fe está dentro de la ciudadela. Y le doy una prueba: en este mismo salón me vi obligado a recibir una delegación de la francmasonería internacional. Unos doce señores. He aquí lo que me dijeron: Tenemos el honor de hacerle ciertas proposiciones y garantizar con ellas que V. M. conservará la Corona y España servirá fielmente a la Monarquía, a pesar de las crisis tremendas que la amenazan, y reinará en un ambiente de paz." 

Y al preguntar qué proposiciones eran aquellas, dicho señor me presentó un rico pergamino diciéndome: Con su firma pedimos a Su Majestad, dé su adhesión a las siguientes proposiciones: 

1ª, su adhesión a la Masonería; 
2ª, decretar que España será un Estado laico;
 3ª, para la reforma de la familia, decretar el divorcio y 
4ª, instrucción pública laica. 

Sin titubear un instante, respondí: Esto ¡jamás! No lo puedo hacer como creyente. Personalmente soy católico, apostólico y romano. Y como quisieran insistir, los despedí con una venia.Al salir, me dijo el mismo señor: Lo sentimos, pues V. M. acaba de firmar su abdicación como rey de España y su destierro. 

Prefiero morir desterrado, repliqué con viveza, que conservar el trono y la corona al precio de la traición y la perfidia que me propone». 


Eso fue exactamente lo que sucedió el 14 de abril de 1931. La masonería y los revolucionarios con sus presiones y conspiraciones consiguieron expulsar al entonces Rey de España, amenazándole de muerte y confinándole al exilio. A Alfonso XIII de Borbón, más preocupado por evitar una guerra civil fratricida, seguramente ni se le ocurrió recordar la confidencia hecha al padre Mateo Crowley-Boevery en 1919. 


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